jueves, 23 de julio de 2009
MI ABUELITA NOS DIJO ADIÓS
martes, 7 de julio de 2009
LA HUELLA IMBORRABLE DE QUIEN DESPARECIÓ POR UNOS OJOS AZULES
Tengo un recuerdo que no se me va de la cabeza. Es una imagen. Un niño y yo, jugando, aupados en una única bici, a la búsqueda de un tesoro desaparecido. La escena me viene nítida, aunque no distingo del todo bien los colores. Todo empezó por el Tío Román, que siempre fantaseaba con la búsqueda de un arca perdida, pequeña y brillante, expoliada en tiempos remotos y de valor incalculable. Nos hacía pasar horas investigando por los exteriores de su casa, entretenidos en nuestra heroica hazaña contra matorrales y empapados por la lluvia molesta, aunque, quizás, pienso ahora que con la intención de que le dejáramos en paz y con dedicación plena a su botella de ron. La verdad es que nos divertíamos mucho. Nunca encontrábamos nada que no fuera unas llaves perdidas o un bolso vacío.
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Pero hay una cosa que no recuerdo. Mi amigo, ¿cómo se apellidaba?, ¿dónde podría localizarle?. En realidad, creo que no le volví a ver jamás. Todo fue por unas fotos, de una niña que nos pareció guapísima. Aparecieron en el maletín. Sus ojos azules nos cautivaron y Jesús me quitó los retratos de la mano. Me dijo: "me tengo que casar con ella".
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Esa niña se llamaba Rebeca, Rebeca Simarro. Lo supe unos años después, cuando la vi ganar un concurso de belleza por la televisión. Se me ocurrió que si la buscaba a ella, quizás podía encontrarle a él. Desde aquellas fotos no sé nada de mi amigo, le imagino ahora muy atractivo y siempre supe que conseguía lo que se proponía. Me encantaría saber de ese niño que desapareció embelesado por unos ojos azules. En algún momento, pienso si yo era incompatible en su camino, pero desapareció con aquellas fotos dejando una importante huella en mi recuerdo. Vivía con la sensación de que encontró a aquella mujer. Cuando se marchaba, me dijo, mirándome fijamente a los ojos: "recuerda, no hables de esto a nadie, eres mi mejor amigo".
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Han pasado años de aquel suceso. La verdad es que logré encontrar a Rebeca Simarro en la red. Y conseguí que contestara a mi pregunta. No conocía a ningún Jesús. Me quedé con una importante duda sabiendo que mi amigo podría estar deambulando por el centro de Madrid sin que nos reconociéramos cuando nos viésemos. Alguna mujer le habrá perdido, creo que vivía con ese sino. Esté donde esté, sé que algún día le daré un abrazo, intenso y cargado de emociones. Con él cerraré el círculo de las dudas que todavía tengo. Si me lees, recoge ya ese abrazo y espera a que nos encontremos. Los amigos de la infancia dejan una huella imborrable.