jueves, 1 de enero de 2009

DE NUEVO, EL AÑO NUEVO


De nuevo, un año nuevo. De pronto y nuevamente, como un reloj inesperado e incontrolado, otra vez... otro año. Fluye el tiempo relativo acelerado e imprevisible, distintamente al que conocíamos de antes, aquel que despide sin pena ni gloria los veranos efímeros, que no se diferencian básicamente los unos de los otros, de una forma rutinaria y mecanizada, displicente, anunciando el nuevo año con unas campanadas que parece que fueron ayer, o aventurándonos hacia experiencias que ya habíamos vivenciado mientras ignorábamos el valor y la riqueza que nos aportaba el vivir novedades, encontrándonos con la misma melancolía y deseos similares a los que vivenciábamos ya un año atrás. Es el sino de los relojes desincronizados de nuestras vidas efímeras, que imprevisiblemente se empeñan en marcar una hora que no coincide con la que se ajusta a nuestra realidad.




Nos separamos del reloj del tiempo después de atontarnos con las comodidades que en él encontramos y de perder el interés por disfrutar de lo desconocido, lo novedoso, lo que realmente nos hace vibrar. Nos embobamos viviendo una vida cómoda, exprimiendo lo que nada interesante aporta a nuestras vidas con la meta única de hacer de ese tiempo más confortable pero innegablemente poco fructífero, porque desperdiciamos cada uno de los minutos que medirán nuestra única vida en comodidades que no habrán sido nada relevantes en el momento en el que en el último de esos minutos querramos hacer balance de lo que hicimos o dejamos de hacer ante esa maravillosa oportunidad de vivir que se nos presentó, que ya nunca volveremos a disfrutar, nunca jamás.




No se trata de correr estruendosamente por la vida bajo el dogma de que cada minuto que pasa hará que te reste un minuto menos de vida, no se trata de correr alocadamente, ni de vivir acelerado, ni de enfrentarse obstinadamente contra un muro de hormigón, quizás sí de concienciarnos de que esto que nos ocurre no nos volverá a ocurrir, que nunca seremos tan jóvenes como lo somos ahora, que la muerte ya era inevitable desde el mismo momento en que nacimos y que el sufrimiento nos llegará de una forma inesquivable, quizás de ser consientes de que esta es la única vida que viviremos, quizás otorgarle el valor que se merece a ese maravilloso don que nos ha tocado, a modo de lotería incalculable, a cada uno de nosotros, y que tanto gustaría reencontrarse a quienes no supieron hacer uso de ella, quizás apreciar cada minuto en que todavía podamos disfrutar viviendo, quizás también de alegrarnos de lo que somos y de lo que hacemos, así como de hacer por cambiar aquello que menos nos gusta de nosotros.



Y, sin embargo, nos embobamos, entramos en un soporífero letargo, mientras el tiempo fluye, se acelera, pasa inadvertido, y no nos damos cuenta. De nuevo, el año nuevo. Otra vez, otro año. Se escapa la vida entre campanada y campanada, sin enterarnos de nada. Hacemos balance, pero siempre tardío, y no le damos importancia, se nos olvida. Voy, entonces, a hacer una autoafirmación, y voy a intentar seguir su espíritu. Voy a creer en que éste es el momento de querer intensificar mi vida, de alegrarme de ella cada momento para alegrarme de ella en el final de mis días, voy a hacer por no arrepentirme nunca de no haber sabido hacer uso de ella. El momento de querer apreciar aún más la lotería que comparto con los demás seres vivos, de disfrutar aún más de la efímera buena salud que todavía me acompaña. El momento de proponerme hacer de este año un año distinto, que recuerde para siempre, en el que valore más las cosas pequeñas que me rodean, en el que me preocupe por ser receptivo al amor, por hacer las cosas con cariño, saboreándolas, el momento que recuerde como unos tiempos felices que disfrute al recordarlos, haré por que sean grandes momentos. Haré por que sea un año nuevo.

3 comentarios:

Elenita dijo...

Pasaba por aqui a desearte lo mejor en este 2009 que acaba de comenzar. Millones de abrazos.

Anónimo dijo...

Que bonito............Me encanta ver que todo sigue fluyendo...Un fuerte abrazo.
PIÑUKI....

Abismo Ínfimo dijo...

Elenita, cuánto tiempo!!. Muchas gracias, lo mejor para ti también. Besos.

Piñuki: todo fluye y fluye, como el agua, que pasa por diferentes estados pero siguiendo un cauce. Nuestro cauce es la misma vida, llena de recovecos, desconocida. Me encanta saber que disfrutas, mi agua resulta más tibia. Muak!!