sábado, 28 de febrero de 2009

BLUE MOON... UNA SENSACIÓN


El Loco se despertó de súbito en la India abandonando una pesadilla en la que volaba arrastrado por la corriente. La ventana estaba abierta, aún era de noche. Un halo de luz tenue entraba oblicuamente, escurriéndose por el pasillo. Acudió a la ventana y observó una extraña luna azul, omnipresente y obscena, todopoderosa, que atraía a su mirada abducida. La luna parecía sonreír abiertamente y parecía comunicarse con señas. Sólo el ruido del viento intermediaba entre el Loco y la luna. Fueron unos minutos incalculables, inescrutables, antes de que el sol empezase a despuntar...







...El amanecer emborronaba la huella de la luna en el cielo, poco a poco. Pero la luna se despedía de el Loco, con un gesto, procurándole una sensación. Recibía la emoción como las notas acompasadas de una bella canción, germinando en él una sensación de felicidad etérea y eterna que le transportaba por todos los poros de la piel un vibrante estado de química en acción, y con esa emoción adherida despedía la escena con una ancha sonrisa y abandonaba el marco de la ventana con el anhelo de seguir sonriendo a la vida, encendiéndose un cigarro que evocaba verdes esperanzas, no sin un cierto deje histriónico.







El Loco vagaba feliz por un mundo en constante cambio, al que se adaptaba camaleónicamente con alegría, pacíficamente, y se dejaba llevar por la crecida del río de la ciudad, cabalgando al paso por las calles que despertaban en él los estímulos que le mantenían vivo, galopando cuando las sensaciones fuertes se apoderaban de la escena en la que compartía una cerveza con su colega del alma y los vientos enloquecían y embravecían las aguas, siempre con una sonrisa en la boca después de la satisfacción de haber salido ileso. La idea de lucha, de pelear por unos ideales, por una justicia inalcanzable, de correr delante de la policía como un peligroso alterador del orden público, de evadir las leyes a doscientos por hora de Vitoria a Bilbao a la espalda de un alma vendida al diablo, dejando florecer sus nervios como relámpagos en el momento más inesperado, haciendo perenne su inconstancia después, reviviendo las idas y las venidas, y las contradicciones, de su padre... todo ello desaparecía cuando la emoción que la luna azul le había transmitido esa noche mágica en la India reaparecía en cualquier situación en la que se encontrase. Ningún mal le atemorizaba ahora, nada que no tuviese solución podía contra él, nada podía contra el antídoto que la lección de la luna azul le había dado para siempre.





Nota: Hay quienes piensan que la "Blue moon" es una sensación que provoca la segunda luna llena del mismo mes, y que se reduce a una sensación de felicidad eterna y despreocupada en la que nada es necesario y en la que reina el buen rollo y la humanidad propia de los rastafaris. El fenómeno ocurre aproximadamente cada dos años y medio, aunque entre enero y marzo de 1999, mucho más excepcionalmente, ocurrieron dos lunas azules, con un mes de febrero en el que no hubo ninguna luna llena. Esta sensación, dicen los rastafaris, una vez que se experimenta, se lleva adherida para toda la vida, contra todo mal. Anunciamos a través de este blog que la siguiente "Blue Moon" será la Nochevieja próxima, ¡toma ya! Os paso, de paso, un calendario lunar del 2009. Desde el miércoles pasado, la luna crece y crece hasta la siguente luna llena del 11-M, mmm

jueves, 19 de febrero de 2009

LA NOVELA QUE INTENTABA CERRAR EL CÍRCULO


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Por el ventanuco estrecho emergía una luz tenue y dorada, temblorosa, que invitaba a escribir sobre los folios inacabados y emborronados que no terminaban de contener la novela que describiría su vida. El último capítulo de la novela parecía resistirse. El último capítulo de su vida obstaculizaba el desarrollo de la misma y la impaciencia de terminar aceleraba y fortalecía el sentido que a la misma vida le otorgaba.
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Bebía un trago de vodka y la inspiración brotaba como un suspiro, tomando la pluma como quien coge un diamante, con la maestría de quien mira a su musa después del trabajo bien hecho, orquestándose acto seguido en la concatenación minuciosa de las palabras al ritmo y al sabor del ardiente elixir de sus recuerdos, en la empresa de volcar sobre el papel la huella que la misma vida le había dejado inquebrantable como un peso alquitranado y macizo, necesitando salir a flote para quedar plasmada eternamente en una lectura infinita por quienes vinieran a ocupar su sitio.
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Durante esos momentos, el tiempo se paraba de golpe. Apenas la respiración resquebrajada de sus pensamientos eclécticos ambientaba aquellos momentos de inexistencia, o de todo lo contrario, que le ocultaban y le escondían de los focos amenazantes y delatores de la realidad y del mundo exterior, momentos que muchas veces se extendían inconscientemente en el reloj de pared cuyo tictac apenas se escuchaba. La guarida de sus recuerdos le mantenía a salvo del inexplicable mecanismo de la vida, olvidadizo como había quedado de ella y sin embargo afanándose voluptuosamente ahora en sintetizar sobre el papel su mismo significado. Se había resguardado para siempre de la tormenta que se había levantado años atrás en su deslavazada vida. El frío y la lluvia habían quedado en el recuerdo, casi en el olvido. La estufa y el vodka hacían lo demás.
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Pero era, como decimos, el último capítulo de su vida el que se le resistía. La comprensión de su bagaje desprendía unos capítulos de su juventud y adolescencia claros y definidos, brotados rítmicamente y sin pausa, embravecidos y descaradamente enérgicos, frutos de una vida rebelde e inquieta, frutos del divino tesoro que tan bien había aprovechado. Los años posteriores habían conocido la calma y la contemplación, sobreestimado el paso del tiempo y despertado su escepticismo, y en su escritura aparecían ahora templados y maduros, pero sobre todo engarzados y con un sentido por bandera. Doce capítulos que escribió con facilidad y un último que se le resistía. No le cuadra el final de su vida. Se obstina en cerrar el círculo y conforma un garabato. Nada de lo que ahora entiende tiene un sentido. La misma vida lo ha perdido en su totalidad. Pero no su novela. Y se obstina en rematarla.
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Bebe un generoso trago de vodka que le raspa la garganta. Una nube oscurece los folios emborronados. Se apoya sobre un brazo pensativo y mira a la pared enmohecida. Tiene ganas de abandonar. Lo piensa y bebe otro trago, ahora más comedido. Después respira armoniosamente. Parece que se acaba de dar cuenta de algo, se queda pensativo. Y guarda la pluma en el plumier. Abandona la escena. Marcha hacia su habitación, donde se viste pacientemente, elegantemente. No se olvida de su pitillera ni de su bastón. Y se pierde por entre las concurridas calles de su ciudad queriendo dar un sentido a su vida. Sabe que un buen final le permitirá descansar relajadamente, que tiene que cerrar el círculo. Por eso ha dejado una nota en su escritorio. Dice así: "Si no termino esta novela es porque me habré marchado a una isla perdida. Ruego que me la envían allí, si fuese el caso". Seguimos sin saber nada de él.
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jueves, 12 de febrero de 2009

EL CLUB DEL SEÑOR DEL SOMBRERO DE FIELTRO LES DA LA BIENVENIDA



Él, lleno de ardor y desprecio, pensaba en el final. Sus posibilidades eran remotas y no podía volver a perderlo todo. Lo meditó mientras se recolocaba su sombrero de fieltro, manteniendo fija su mirada en los rivales. El alcohol cansaba la vista, abducida por el suculento motín, y una de sus piernas empezó a temblar espasmódicamente. Aguantó estoicamente la embestida de los nervios, hasta el final, manteniéndose implacable. Un sorbo lento de whiski mientras destapaba la última carta. Un as. Con esa escalera de color amasó una fortuna. Con ella creó este club, que ahora inauguramos. Ustedes están invitados. El Señor del Sombrero de Fieltro les desea una feliz estancia.
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Por si se os ocurre algún relato que comience con la frase "Él, lleno de ardor y desprecio, pensaba en el final", que no exceda de cien palabras sin contar la frase obligatoria. Por si os da por presentaros al concurso de microrrelatos de la Ser. Y por si no os apetece, os animo a que intentéis escribirlos, porque al final es divertido esto de construir microrrelatos. Quizás, si no, os apetezca leer los ganadores de la semana anterior. Podéis hacerlo en su página. Imagino un fin de semana perfecto para tod@s.

miércoles, 4 de febrero de 2009

EL SORPRENDENTE INDULTO DE LA GUADAÑA


Salvo quizás, por esa casi imperceptible gota de sangre seca, me sentí muerta. Mi lejana existencia se había desplomado hacia un abismo y nada de lo que conocía tenía una forma definida. Únicamente la sangre, cosquilleando por mi mejilla, me hacía sentir viva, sin entender lo que la misma vida significaba. A un paso de la muerte, la ambigüedad lo era todo y sólo el sinuoso e impredecible camino de la gota de sangre seca tenía entidad. Poco después, inesperadamente, el oxígeno invadió mi mente, y entonces me levanté, como un resorte. Continué caminando sin desprenderme de la perplejidad y del sentimiento de que la guadaña, sorprendentemente, me había indultado.






Retomando los relatos de hasta cien palabras (excluida la frase obligatoria) de la Cadena SER (éste es el link), continuamos con esa pasión por los microrrelatos que el año pasado Blasfuemia calificó de adicción (aprovecho para saludarte allá donde estés porque con añoranza veo que tu blog desapareció, ?). La frase subrayada fue la última frase del relato ganador de la semana pasada; ahora es la inicial de un relato que con toda probabilidad caerá en saco roto. Aprovecho para saludar a los que todavía vuelven por aquí, muchos de quienes añoramos también los atisbos cada vez más escasos, besos.

domingo, 1 de febrero de 2009

HOY ME LEVANTÉ SIN SABER QUIÉN ERA


Hoy me levanté sin saber quién era. No recordaba nada de la noche anterior. Me encontraba ausente y no me reconocía en el espejo, extrañaba todas mis cosas y hasta mi misma casa. Me levanté sin saber quién era y me lancé precipitadamente a la calle, para obtener una respuesta.
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Por las calles que me sonaban, nadie me saludaba, a nadie reconocía, ninguna respuesta encontraba en sus miradas perdidas. Todo me resultaba indiferente, nada suscitaba en mí una respuesta concreta, no encontraba ningún estímulo que respondiera a mi confusión opaca. Continuaba dubitativo, deambulando por calles desamparadas con la duda como única guía de mi camino existencial, invadiéndome una rotunda y aplastante sensación de extrañeza. Decidí adentrarme en el primer bar que encontré, un sórdido lugar de neones tristes que alumbraban las pálidas caras de sus bebedores incomprendidos. No sabía qué pedirme, no recordaba mis gustos, dudaba de lo que solía pedir habitualmente, en realidad sólo me preocupaba saber quién diantres era, quién.
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Una mujer, vestida de negro, en la barra, observo que bebe un licor verde, con hielo. Me pido lo mismo, mientras continúo buscando una respuesta que me venga dada por la contemplación, por la quietud de aquella escena de bar. Un hombre trajeado y elegante se acerca a la mujer, se sienta a su lado y le coge de la mano. Mi mirada, ausente, se queda perpleja. Escucho al hombre decirle... "Llegaremos a ese lugar, no dejes de soñar". En mi cabeza, asocio un lugar, la frase toma fuerza en su interior, se hace sugerente, desencadenante. Me llegan los recuerdos, uno a uno, como fogonazos encadenados, uno detrás de otro. Son mis primeros recuerdos, todos engarzados, empiezo a entender quién soy, a obtener una respuesta, por fin. Recuerdo que dije esa frase, la dije anoche, a una mujer que recuerdo especial, no recuerdo su nombre, no recuerdo cómo era, algo recuerdo. Los pensamientos adquieren forma, se engarzan como las piezas de un tetris automático, voy recordando más, nuevas imágenes, nuevas escenas que tenía borradas, lo recuerdo todo, recuerdo que ayer me ilusioné. Una sonrisa entusiasmada sucede en mi gesto que se recompone.
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Ahora sí, por fin, ya sé quién soy, no me caben más dudas. Dejo el licor a medias y me marcho a dormir, otra vez, ahora a media tarde. Sí, por fin, creo que tengo mi duda resuelta, siento que me invaden unas relajadas ganas de soñar plácidamente, que me recibe la esperanza con una palmada en mi espalda atascada por el humo de los cigarros, que una calma me rodea, que me siento más tranquilo. Otra vez, de nuevo, apago la luz, ahora convencido, ilusionado, esperanzado. La calma me transporta hacia un paraíso de sueños que son recuerdos.