jueves, 23 de julio de 2009

MI ABUELITA NOS DIJO ADIÓS


Suenan los tambores lejanos anunciando mi final. Camino lentamente por una senda polvorienta mientras soy impelida por unos embrutecidas sanitarias. Tum tum tum, el eco se repite una y otra vez, no hay vuelta atrás. De repente, me sueltan y mi cuerpo se desvanece como un muelle. Las sábanas rugosas están calientes, pero nadie me ofrece un gesto compasivo. Por un momento, pienso que formo parte de un rito sagrado ancestral y que ofrecen mi alma a los dioses como sacrificio por los bienes recibidos. Probablemente, me corten la cabeza y la inunden en un vino que, después, beberán alegremente. Mi existencia termina aquí, en un hospital perdido de Madrid. Por fin, descubro que no he sido raptada por ninguna tribu, que ésta es la realidad. Mi vejez me ha enclaustrado en un edificio gris gobernado por fortachonas que me cambian los pañales a base de pellizcos. Mi sino ha alcanzado un lamentable estado en el que preferiría haber sido secuestrada por los indígenas. Es la misma sociedad la que me sacrifica ahora, la que me dice que ya no valgo para nada. Sé que, sin duda, llegué a ser útil, y a ser querida. Pero acabé inconsciente. De haberlo sabido, me hubiera ido antes.

3 comentarios:

Nulla dijo...

Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin.

Rabindranath Tagore

Anónimo dijo...

Muy profundo¡¡¡

manis

Abismo Ínfimo dijo...

Bonitas palabras venidas de un sabio, CroceDelizia.

Manis, gracias de verdad, me alegra que lo hayas sentido. Te habrán venido muchos recuerdos. Lo siento. Rindamos un homenaje a estas grandes mujeres, que se lo merecen. Un besazo, bonita!