jueves, 10 de septiembre de 2009

ÁFRICA: AMOR Y MÚSICA QUE SE HACE ESPERAR

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Tomando café, uno de mis compañeros de la Facul me relató su viaje al Congo. Me habló de los caminos perdidos de tierra y polvo, de las miradas inocentes en los rostros que delatan las experiencias más duras, de los escenarios de muerte y desolación, pero también de amor profundo, que llenan impunemente las calles; me transmitió el valor distinto que tiene el concepto del tiempo, el cual, incluso, muchas veces parece como si no existiese; también me habló del magnetismo que alcanza la música, que a todos hace iguales, de las vastas praderas en las que todos los animales, indefensos, se exponen a diario al peligro, de los niños de edad indefinida y ojos brillantes cuyas sonrisas tiernas te animan a que te acerques a ellos, de la humanidad que se respira en torno a las hogueras nocturnas, en donde la gente se une más, si cabe, agarrándose las manos y cantando al unísono, de los colores con los que se pintan los cielos al atardecer, y hasta del caos organizado que reina en cualquier parte. Pero, sobre todo, enfatizó sobre los dos motivos que le aferraron a aquella tierra, los que le mantuvieron en una sintonía constante con el mundo, ausente de toda incoherencia propia del lugar del que procedía; el amor y la música.


Me contó que un día, cuando llegó a una extensa explanada en la que una multitud se encontraba bajo la luna resplandeciente, comprobó que la música alegre hermanaba y creaba lazos cariñosos entre ellos, les emparentaba, les demostraba que estaban vivos... cayó en la cuenta de que la capacidad de amar era la fuerza que les hacía a todos iguales. Me contó que si algo caracterizaba al continente africano, por encima de todas las cosas, era la humanidad.



Así que pensé en los millones y millones de africanos que, olvidados por Occidente, habían decidido vivir en una armonía desinteresada en la que el ritmo y la melodía te brindaban el corazón para que te quedaras con ellos eternamente y te desentendieras de todos los caprichos y sinsentidos por los que otros sacrificaban sus vidas. Pensé que si algo importaba, por encima de todo lo demás, era vivir en sintonía con el mundo, sentirse vivo, alegre... vivir la vida..., Pensé que sería de majaretas madrugar y madrugar para pagar una hipoteca y ni siquiera tener tiempo de disfrutar la casa. Pensé, además, que la vida estaba en la calle, en el contacto con los demás, con el aire puro... la filosofía de encerrarnos en nuestro nido familiar era descabalada. Vivir para trabajar era de psiquiátrico. Con mis pensamientos al ralentí, nos despedimos al salir del café, y continué calle abajo.



Al entrar en el metro para irme a casa, tropecé con un vendedor de La Farola, aparentemente africano. Le pregunté de dónde era, del Congo me dijo. Gasté los diez euros que me quedaban en periódicos que luego repartí a los que pasaban. Me acompañó, subió a mi casa. Su presencia aportó un toque de magia a mi hogar. No dejó de hablarme de lugares que desconocía, me contó los cuentos, historias y leyendas más fascinantes que jamás había oído. Mi cámara de fotos sigue ahí, en su sitio, esperando que algún día la lleve conmigo. África sigue esperando.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Si señor!!!Relato conmovedor y lleno de reflexiones que deberiamos hacernos todos. Las fotos muy chulas tambien. Espero que Africa no espere mucho por tí y nos deleites a todos con tus fotos de esa manera que solo tú sabes hacer.

XXX

Abismo Ínfimo dijo...

Me quedo sin saber quién eres, pero me encanta tu comentario!!

Cyllan dijo...

¿De veras hiciste eso? Lo subiste a casa... Como si estuviérais en África... Vaya, yo no me atrevería a hacer eso. Supongo que para un chico es más fácil tomar esos "riesgos" en cuanto a la seguridad personal. Pero me muero por oir esas historias que dices que te contó. Podrías ser generoso (como con La Farola) y repartirlas...
Me quedo con eso también de "vivir para trabajar era de psiquiátrico".
Besos.

Abismo Ínfimo dijo...

Cyllan, siento decirte que en estos relatos en los que se entremezclan los tags de "personales" y "móntate un relato", hay parte de ficción de mi realidad personal... y, aunque he subido a casa alguna vez a auténticos desconocidos, nunca, estuve al tanto de que lo hiciera un vendedor de este periódico... la realidad es que África está muy presente en las calles de mi barrio... un besote y una plegaria por CK.

Anónimo dijo...

Seguro que algún lugar de África también te está esperando a ti en estos momentos...
Me encanta este post, desprende sol y arena

Abismo Ínfimo dijo...

Anónimo: Gracias, me alegra que te haya gustado... También que África aguarde, con la voz de una melodía amarga, la visita de quienes somos seducidos por ella. Nos dejaremos abrazar por sus brazos robustos y cálidos. Hasta pronto!!