jueves, 18 de octubre de 2007

LA REVELACIÓN DE NACHO




Buenas.
Voy a comenzar por comentar una foto. O dos, ya que nos ponemos. La foto en la que salgo durmiendo es una foto que me hizo un colega unos días antes de que este mismo colega hiciese esa otra foto sobre un Joshua Tree, en el mismo Joshua Tree National Park, California (EEUU).

Cuando dormía, en esa foto, apenas podía soñar en fantasías venidas del pasado. Mis sueños estaban vetados. Mi abismal mundo de lo ínfimo se reducía a experiencias pasadas. Se escapaban muchos de los sueños que aun no podía tener. Y eso me empequeñecía.


Dos días después, mi amigo, que se llama Nacho y que es de Almería, hacía una foto totalmente distinta a cualquiera de las que podía hacer mi cámara. Aun a pesar de que las dos cámaras fueran parecidas, digitales compactas, e incluso de la misma marca, sus fotos no eran como las mías. No recuerdo lo que había soñado la noche anterior. Ni tampoco lograba recordar Nacho su sueño, pero estoy seguro de que el mío había sido distinto al suyo. Probablemente mi sueño había sido de los irreales, de los ilógicos (me cuesta muchísimo entender, o poder contar, mis sueños cuando despierto). Pero el de Nacho no sé cómo había sido, aunque seguro que diferente a los que iba a tener después de ese día, en el que tomó esa fotografía del Joshua Tree. Porque lo que vio Nacho ese día con su cámara y con sus mismos ojos, no fue para nada lo mismo que lo que mi cámara, o mis ojos, podían ver. Mi mirada se centraba ese día en Nacho, y menos en Jordi, que también estaba esa noche con nosotros, al sur de California. Porque ese día (o noche), Jordi no llevaba ninguna cámara consigo y no sé como podían ver sus ojos, aun habiendo hecho lo mismo que había hecho Nacho unas horas antes. Pero los ojos de Nacho, al calor de unas setas alucinógenas que empezaban a hacer efecto, podían, ayudados por una cámara casi idéntica a la mía, hacer unas fotos imposibles. Yo era testigo de que el cielo estaba blanco como la espuma y de que la luna llena como los mares, pero, a los ojos de Nacho, de los que yo era testigo, el cielo se había llenado de dragones que le llamaban y el cielo se expandía y se contraía, como los latidos del corazón. Y sus fotos eran distintas a las mías.

Yo, ese día, tenía otra mirada puesta en la luna y apenas podía percibir todo cuanto ocurría. Pero lo que Nacho sentía en aquel momento, contándomelo tal cual le sucedía, era de una naturaleza indescriptible y de una calidad humana completa, distanciado de todo lo que hasta entonces le había ocurrido nunca, aun bajo los mismos efectos de alguna que otra seta alucinógena que hubiese consumido tiempo atrás. Esa noche, Nacho tuvo una revelación. Y sus sueños son diferentes desde entonces. Porque nunca antes se había abierto hasta el entramado de su interior con esa garra, con ese ímpetu, y pudo comprobar que su interior era más amplio de lo que él pensaba.


Yo sigo soñando irrealidades. Pero también sé que Nacho es más Nacho, que ha crecido. Y por eso, duermo más tranquilo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para mi fué la noche mas Magical de todas!! y compartirla con vosotros fué una gozada, además aunque tú o tu cámara no percibiérais de la misma forma lo que vivimos realmente parecía que estuvieses disfrutando igual que nosotros,

Poco a poco voy siendo +persona, a base de palos ya sabes!

Un abrazo
natxe-in

Abismo Ínfimo dijo...

Siempre, Nacho, fuiste más Nacho y más que estrellado, siempre te acompaña una estrella. No cambies.