viernes, 19 de octubre de 2007

¿MUERTO DE AMOR?



Silencio. Ahora mismo todo está en silencio. Apenas se dejan oír las teclas cuando las golpeo para escribir. Un pensamiento me ronda por la cabeza, me machaca. ¿Se habrá muerto de amor Gustavo?. Hoy no le he visto. Nadie le ha visto. Parece como si hubiera desaparecido, como si hubiera abandonado. No sé.

Aunque quizás haya muerto de amor. Reflexiono. Su desconsolada mirada del otro día, cuando le vi por última vez, sentado en la barra de un antro de Carabanchel, me da para pensar que su vida, ese día, tenía que cambiar. Me hablaba de Lucía, su Lucy: "A mí la Lucy me tiene loco. No sé qué hacer, de verdad. He llegado a caer en la más absoluta de las soledades cuando estoy con ella. Realmente estoy solo cuando estoy con ella". Yo absorbí de un golpe todo cuanto quedaba de mi cuarta o quinta cerveza. Me quedé pensativo mirándole, haciendole un gesto cómplice con mi boca y con mi mirada. Le pregunté entonces, después de apoyarle mi mano derecha sobre su hombro izquierdo: "¿No será que te esté engañando?". "¡Qué va!. No es eso, para nada", me contestó Gustavo, con rotundidad -y haciendo un gesto indicativo de mi falta de cordura-. "¿Entonces qué es?", le pregunté. "Otra cosa, Abismo, es otra cosa". Insistí.

Me contestó, ante mi perplejidad, que Lucía, su Lucy, hablaba con los tiestos de las plantas y que él lo hacía con las plantas mismas y que no entendía cómo se podía hablar con los tiestos de las plantas. No lo entendía para nada, decía. Su vesánico comportamiento, continuaba, en realidad se debía a que Lucía había dejado de ser la Lucía que había conocido tiempo atrás. O quizás, dijo, que fuera él mismo quien había dejado de ser el mismo que era, pero que él siempre había hablado con las plantas mismas, y nunca con los tiestos. Yo le pregunté que si Lucía, en realidad, no era un tiesto en sí mismo. Y él me contestó, sin dudarlo lo más mínimo que "para nada", aunque luego, acto seguido, dudó. Y me miró desconsolado, afligido. Y entonces se marchó. Por la puerta de ese antro de Carabanchel, mi amigo Gustavo marchó, sin mediar palabra, muerto quizás de amor. Y desde entonces no sé nada de él.



Continúa el silencio. Intento no pensar en nada.




Acabo de recibir un correo. Es Gustavo. No está muerto. Y menos de amor. Dice que ama a Lucía sin mesura. Y también que ha reflexionado mucho estos días. Dice también que, de hablar él con los tiestos, sólo lo haría con los de arcilla, que nunca lo haría con los de plástico. Al fin y al cabo, dice, todos somos un poco tiestos.




Reflexiono.


¿Y si se ha muerto de amor?


Y justo suena el teléfono. Adiós al silencio. Hasta pronto, Gustavo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Igual el problema que te estaba contando Gustavo es que su amor habia pasado a otra fase,esa fase nueva le puede resultar chocante y diferente y al no cocerla le da miedo, solo superan esa fase las parejas que la aceptan...Lucia esta en otro nivel(maduración)todos cambiamos con el tiempo,cada uno somos lo que nos pasa en la vida.....Hay que mirar hacia el horizonte y no hacia el pasado.EVOLUCION.

Abismo Ínfimo dijo...

Anónimo, te contesto con preguntas aunque afirmo que es muy bonito lo que dices. ¿Por qué crees que Lucía ha pasado a un nuevo escalón de la madurez en la vida y Gustavo es quien se ha quedado atrás?, ¿no piensas que quien pueda estar alcanzando otro nivel (de insatisfacción por la no correspondencia, pero también de madurez) sea Gustavo y que esto le esté provocando un trastorno?. Quizás Lucía tenga una forma de comunicación con él más brusca, tosca y él pretenda una comunicación más espiritual, más ingeniosa. Ella habla con los tiestos, él lo hace con las plantas. Quizás él no se haya dado cuenta de todo esto y no sepa como transmitirlo a su interlocutor. Por otra parte, no existe evolución de las parejas sin evolución de las personas, y como bien se intuye de lo que dices, anónimo, las velocidades de esa evolución pueden ser distintas. Pero, ¿quién se está muriendo (de amor) en esta relación?.
Y muchas gracias por insertar tu atisbo.