El día en que conocí a Sara Párbole (Madrid, 1974) es de dudosa exactitud. Ni ella ni yo lo tenemos claro a día de hoy. Hoy en día, nos podríamos enzarzar en el enredo de plantear como nos conocimos, pero apenas llegamos al consenso de que fue a finales de 1995. No sabemos si fue más por un primo mío o fue por coincidir en el Campus de Somosaguas; ella en Sociología, yo en Ciencias Políticas. Pero nos conocimos, seguro, charlando de la vida misma, de la actualidad que nos rodeaba, de las ilusiones que teníamos, siempre en busca del ideal de justicia, siempre desde el punto de mira de dos almas joviales y radiantes que intentaban comprender el mundo. E intentamos ser francos, siempre, con nosotros mismos. Su mirada optimista puesta en la vida y su obstinación en hacer algo que salvase al mundo, crearon en nosotros un nexo que nos llevó a múltiples conversaciones acerca de las más diversas cuestiones de la vida, siempre intentando satisfacer nuestra hambrienta curiosidad.
Por entonces, Sara se enfrentaba a una diatriba en la vida, entre querer hacer lo que realmente quería y luchar por encontrar un camino pragmático. Estudió Sociología pensando que así conocería mejor el intrínseco mundo de las relaciones humanas y apostó por intentar entender al ser humano, hasta llegar a ser una persona con muchas habilidades sociales. Pero su camino no estaba en el campo de la mercadotecnia o de los estudios de opinión. Su camino estaba en el teatro. Ése era su deseo. Durante el tiempo en que fuimos compañeros en la Universidad, Sara meditaba mucho sobre el camino a seguir, cada vez más separado de las aspiraciones de sus compañeros, atrapados entre unos textos que perdían credibilidad. Y sin grandes ostentaciones en la vida, Sara terminó por desapegarse de la Facultad y quiso vivir del teatro. Comenzó haciendo cuentacuentos musicales (alguno que otro los hicimos juntos) y, después de desanimarse más de una vez y querer abandonarlo todo, terminó por recibir clases en el Teatro Asura, donde aprendió a interpretar clown y donde todos nos pudimos reír mucho en los entrañables matchs de improvisación, de los que guardo los más gratos recuerdos. Consiguió un trabajo como profesora de teatro para niños y después se matriculó en la Escuela de Cristina Rota, en la que se formó profesionalmente y a través de la cual se introdujo en el mundo profesional.
Hoy en día actúa en una obra titulada "Las princesas busconas exigimos más pescao", que es una auténtica joya representativa del complejo mundo de las mujeres, siempre insatisfechas, y que pronto se reestrenará en Madrid, e incluso ya están hechas las gestiones para su estreno en México.
Y, como colofón, su interpretación en el cortometraje "Alumbramiento", de Eduardo Chapero Jackson, que ha logrado el León de Oro al mejor cortometraje en el Festival de Venecia y se presenta como candidato a una futura ceremonia de los mismísimos Oscars. Hoy en día, mi amiga Sara vive de la interpretación y es siempre un placer contemplar su trabajo. En su lucha por conseguir hacer lo que ella deseaba, Sara está cruzando la meta. Sabiendo que a la larga, consigue lo que desea, estoy seguro de que otras metas que se propone, acabarán por ser su seña de identidad.
Mucha mierda, Sara, te considero una gran amiga.
Añado que Sara Párbole es la segunda por la izquierda de la foto que he encontrado y que actualmente está actuando con la compañía Martelache (proveniente de la Escuela de Cristina Rota), de viernes a domingo, en la sala "La Escalera de Jacob", con la obra titulada "Noches locas de cabaret, mentiras y pecados". Pronto iré a verla. Ya os contaré.
2 comentarios:
Ah, gracias por tu visita a mi blog!
Y bienvenido a este mundo. Y ánimo a ti también, que has empezado muy bien!
Un saludo.
Muchas gracias, tus blogs son muy buenos
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