lunes, 29 de octubre de 2007

UN PERIÓDICO. Y UN CAFÉ QUE NO LLEGA.


El periódico no para de sorprenderme. El jueves salí del trabajo puntual, a las dos, y me dirigí al quiosquero al que más me siento atraído últimamente a comprar el noticiario, después de que paso por cinco quioscos en un trayecto de veinte minutos, de casa al trabajo y viceversa, como un autómata, todos los días. Compré El País y me fui con él al mismo Paseo del Prado, con el vertiginoso transitar de los coches -conducidos por mentes aun más autómatas- a mis espaldas y el espejismo de encontrarme en un parque de príncipes enfrente. Me asombra una imagen.
Al momento, después de leer, me doy cuenta de que se trata del primer documento gráfico del martirio de los aspirantes a inmigrantes en alta mar. ¿El primer documento gráfico?. No deja de ser una curiosidad. Pero no deja de ser una curiosidad que en España, después de todo lo que creíamos haber pasado, haya MUCHA gente que tenga tantos prejuicios raciales. Animaría a algún joven talento de la industria cinematográfica a realizar una producción acerca de la realidad del inmigrante, de modo que nadie pueda hacer ya comentarios racistas, por respeto a la historia.
También me asombra otra noticia. El soborno que intenta hacer la Administración Bush al régimen cubano para que en la isla triunfe la deseada democracia que ellos quieren. El mismo que le quita la mano, ahora se la ofrece generoso a condición de que escriba cien veces en la pizarra: "No pensaremos jamás como lo hacían los comunistas". ¿Pero acaso creen los americanos que los cubanos son tan tontos?. Después de tantos años... Dejar que los cubanos se las arreglen, que es un pueblo que perfectamente va a saber hacer los deberes a la muerte de Fidel.
Leyendo como se encuentran los cubanos en la tertulia sobre el futuro de la isla, caigo en la cuenta de que no he fichado la salida en el curro. Así que me dispongo a andar lo andado y retorno rumbo a esa máquina que nos controla una buena parte de nuestro preciado tiempo, pero en el camino decido ir a comer a un comedor sito en un edificio público, un comedor de funcionarios.
Me sirvo la comida en la bandeja y cuando voy a pagar me percato de que me falta menos de un euro para la cuenta, así que pido amablemente poder ir al cajero para retornar con el dinero. "Habla con el encargado", me contesta la cajera con cara de bulldog. Y hablo con el encargado. Sin problemas porque cuando me dirigía al cajero me encuentro con Eduardo, un compañero de trabajo, cuarentañero, que está sentado con una mujer que es diez años mayor que él. Él me presta el euro y yo, por un momento, pienso que él pueda estar flirteando con ella, así que decido ir a comer a otro rincón. Es ella la que me intenta dejar claro que no hay ligoteo de por medio y me invita a sentarme. Recuerdo que hablamos del dejar de fumar, cuando de pronto Eduardo terminó de comerse su yogur y dijo que se iba.
Ella también se iba. Y yo me quedé solo, en una mesa de unos veinte metros de largo, presidiéndola. Fue una situación algo absurda la de sentirme absurdo presidiendo una mesa de veinte metros, que estaba junto a otra mesa en la que otras dos compañeras se confesaban sus menudencias. Pero me sentí absurdo. Abandoné el comedor contrariado. Ganas de dejar de fumar, incertidumbre por Cuba, la larga mesa del comedor.
Marché entonces a fichar con la intención de degustar un exquisito café después. Me apetecía un buen café, con el periódico como entretenimiento, pero nunca me acuerdo de ningún sitio donde haya un buen café. Así que deambulé por Chueca con el fin de encontrar ese momento de relax. Pasé por la puerta de un Starbucks pero me acordé de lo malo (y caro) que es su café. Y cuando fui a entrar en otro café, me acordé de súbito que no había ido a ningún cajero. Y luego buscaba un cajero. Y entonces sonó mi móvil. Me llamaban las obligaciones. Igual que ahora, cuando escribo. Así que creo que es buen momento para dejarlo. El caso es que no me pude tomar el café. Ahora tampoco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dice Paulo Coelho en su maravilloso libro El Alqumista," que cuando alguien desea realmente algo, todas fuerzas del Universo conspiran, para que lo puedas conseguir"... en este caso, conspiramos nosotros, que también formamos parte del Universo, para que te puedas tomar un buen café cuando quieras, con nosotros..
Oliva.

Abismo Ínfimo dijo...

Para un amante de las buenas tertulias alrededor de un buen café siempre es un placer ir a visitarte.
Ya estoy preparado para lo de esta noche. Dile a tu niño que nos lo vamos a pasar muy bien. Buen finde