miércoles, 12 de marzo de 2008

LA REFINADA DECISIÓN DE MARÍA EUGENIA


María Eugenia contemplaba la foto extenuada y exánime, intentaba ser parcial consigo misma y no dejarse llevar por la ira y por la actuación irracional. Miraba la cara de ella y la encontraba pálida, angelical, sufridora y bella al mismo tiempo. Tenía la misma angulosidad en su cara que la de ella misma; se evidenciaba que era su verdadera madre, su madre biológica, mientras que el padre, con un extraño y esmerilado bigote enorme, lucía su mismo lustro tostado y una sonrisa que le recordaba a la de ella. No podía esconder la emoción ante la mujer que aguardaba el momento de consolarla, en uno de los despachos de la Asociación "Abuelas de la Plaza de Mayo".




Maria Eugenia salía a la calle 835, del Barrio de la Plata, de Buenos Aires, abandonando el edificio Williams. Lo hacía consternada, abatida, con los pensamientos acelerados y una ligera angustia recorriendo fríamente sus venas y arterias. Pensaba en su madre adoptiva. Sabía, desde los diez años, que no era su madre biológica la que le decía, primeramente, que su madre había muerto en un accidente de tráfico y después que era una limpiadora de casas que la abandonó cuando era pequeñita, presentándose como la gran salvadora de su vida. Imaginaba su rostro deseando a una niña que sería robada a sus padres. Imaginó a sus verdaderos padres mientras continuaba abatida hacia la parada del autobús. Esos padres que debieron amarla pero que también amaban a su patria y por ello fueron asesinadas, viles mentalidades crueles que torturaron a sus padres y la secuestraron para que unos perversos simpatizantes de la dictadura se presentasen como sus futuros padres. En la marquesina del autobús descansaba una madre con su hija de cinco años, el autobús se hacía esperar. La niña le miraba cándidamente a los ojos, totalmente ajena a los pensamientos que le sucedían. María Eugenia miraba a la niña imaginándose a ella misma con su auténtica madre, como si finalmente nadie la hubiese asesinado y la naturaleza hubiese seguido su curso lógico. No podía reprimirse más y rompió en lágrimas contenidas. La niña fruncía el ceño observándola, no entendiendo nada. Fueron unos segundos en que sus miradas se cruzaron con compasión. María Eugenia separó su mirada de la niña y miró al cielo abierto. Le vino a la mente una frase de su supuesta madre cuando una vez la reprendió: «mocosa caprichosa, hija de guerrillera tenías que ser. Yo te crié entre pañales de seda. Si no fuera por mí estarías tirada en un zanjón». Entonces decidió lo que tenía que hacer. Volvió al edificio Williams, subió hasta la sexta planta y entró directamente en el despacho en el que había estado hacía unos minutos .


- He tomado una decisión -le comentó a la burócrata.

- Siéntate y cuéntame.

- Les voy a denunciar, les quiero denunciar -espetó con cierta furia María Eugenia-. No podré soportar si no lo hago, siendo consciente de que otros niños hayan pasado por lo que pasé yo. No podría vivir con semejante carga.

- A tus falsos padres les podría caer una condena de veinticinco años -confirmó la que gestionaba su expediente.

- Pues adelante -dijo María Eugenia firmemente-. Ésa mujer que tantos biberones me dio y que dijo revestirme de pañales de seda y ese hombre, de dudosa reputación y que dice ser mi padre, deben estar en la cárcel. Lo reitero: continúa con el trámite.






Este caso es una ficción de una realidad que hoy circula por los telediarios de todo el mundo. María Eugenia Sampayo, de treinta años, se convierte en la primera niña de las desaparecidas bajo la represión argentina que termina por denunciar a sus padres adoptivos o usurpadores. El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas se adueñaron del gobierno constitucional en la República Argentina por medio de un golpe de estado. Desde ese momento, el régimen militar, que se autodenominó "Proceso de Reorganización Nacional", llevó adelante una política de terror. La "desaparición", forma predominante a través de la cual ejerció la represión política, afectó a 30.000 personas de todas las edades y condiciones sociales que fueron sometidas a la privación de su libertad y a la tortura, y entre ellas a centenares de criaturas secuestradas con sus padres o nacidas en los centros clandestinos de detención a donde fueron conducidas las jóvenes embarazadas. La cantidad de secuestros de niños y de jóvenes embarazadas, el funcionamiento de maternidades clandestinas (Campo de Mayo, Escuela de Mecánica de la Armada, Pozo de Banfield, etc.), la existencia de listas de familias de militares en "espera" de un nacimiento en esos centros clandestinos y las declaraciones de los mismos militares demuestran la existencia de un plan preconcebido no sólo de secuestro de adultos sino también como un plan sistemático de apropiación de niños. Los niños robados como "botín de guerra" fueron inscritos como hijos propios por los miembros de las fuerzas de represión, dejados en cualquier lugar, vendidos o abandonados en institutos como seres sin nombre. De esa manera, los hicieron desaparecer al anular su identidad, privándolos de vivir con su legítima familia, y despojándoles de todos sus derechos y de su libertad. La Asociación Civil Abuelas de Plaza de Mayo constituye una organización no-gubernamental que tiene como finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias a todos los niños secuestrados o desaparecidos por la represión política, y crear las condiciones para que no se vuelva a repetir tan terrible violación de los derechos de los niños, exigiendo castigo a todos los responsables. Un fuerte abrazo a esta organización.

8 comentarios:

Marta dijo...

Que terror! Lo que tuvieron que vivir, millares de personas, y que aun hoy,se arrstren las secuelas de tanta barbarie.Tengo unos amigos que tuvieron la suerte de poder escapar de ese horror, pero jamas han vuelto a su casa.Pero desgraciadamente esto mismo esta ocurriendo en estos mismos instantes en diferentes partes del mundo.
La cara cruel del ser humano.
molts de petonicos.

Blasfuemia dijo...

Cuando vi esta noticia me impactó un montón, al principio no me di cuenta.. pensaba que era una madre denunciando a una familia que había adoptado a su hija durante la dictadura. Pero cuando me fije en las imágenes y vi a la muchacha me di cuenta... no, es demasiado jóven.. y entonces caí en la cuenta ¡¡era ella, la hija, la que denunciaba a sus padres "adoptivos"!! Tremenda, tremenda historia, de la que estoy segura vamos a volver a hablar y a saber.

Valiente mujer.

Abismo Ínfimo dijo...

Martona: bienvenida. Me alegro por tus amigos. Otros no tuvieron tan buena suerte. La cara más cruel, como dices. Petonets.

Blasfuemia: muy valiente. Yo también, al escuchar la noticia por vez primera, tampoco la entendí. Luego observé que era una historia muy particular, sin precedentes, una decisión valiente, arriesgada. Y la María Eugenia ésta, no sé, me cayó muy bien, la vi como a una heroína que ha tomado esta decisión más por los otros niños secuestrados que por desearles lo peor a los padres adoptivos. No sé, me cayó muy bien esta mujer. Su historia me llegó al alma. Un besote, blasfuemia.

Luna Carmesi dijo...

Es curioso como se degrada tanto el sentido comun y se llegan a coger niños como botin de guerra... como vulgar mercancia para negociar, para lastimar, para .... Para qué?

Meri dijo...

Me he quedado impresionada. No conocía la historia (la verdad es que apenas veo la TV) pero me gusta mas leer la historia a través de los ojos de María Eugenia que nos has regalado tú.

Es tremendo y por fortuna hay gente que le planta cara a estas bajezas humanas que se cometen. Pero es que cualquiera que participe en algo asi no merece ser llamado humano.

Enhorabuena a María Eugenia. Espero saber mas de ella.

Gracias por compartir!

Abismo Ínfimo dijo...

Luna: para qué, eso digo yo. Los tantos sinsentidos que nos brinda el ser humano en su vasta existencia.

Meri: quizás sea el telediario lo único que veo de la tv, aun no estando contento con su grado de manipulación. Gracias por atisbar.


Que disfrutéis.

Anónimo dijo...

Me gusto el relato, lástima que se base en semejante realidad, tan terrible como cualquier secuela de una guerra...todos los países tenemos nuestras historias, realidades de horror, inauditas, absurdas, horrendas...

Abismo Ínfimo dijo...

Karen: historias ilógicas, incomprensibles, malvadas, demoníacas, como la misma guerra, que conforman la realidad que nos gobierna, una realidad sin sentido. Me alegro que, a pesar de esto, te gustase el relato. Muchos besiños.