sábado, 26 de enero de 2008

¿Y ESTA FOTO QUÉ TE SUGIERE? (MÓNTATE OTRO RELATO)


La chica de la melena rojiza meneaba sus manos con soltura mientras lavaba en el río los atuendos de la familia. Canturreaba una melodía tribal, una canción festiva que se refería a la alegría y al enamoramiento, mientras la agradable brisa acariciaba suavemente sus rojizos cabellos. Los pájaros trinaban y la calma reinaba en aquel lugar, presa de un sol que se mostraba generoso y de un cielo abierto y azul que le sugería unos vivos recuerdos de grandes momentos pasados. Mientras ella, la chica de la melena rojiza, jugaba refrescándose con el agua cristalina del río, oyó a lo lejos cómo los hombres de la tribu regresaban de la cacería de todos los días.
Hizo un hatillo para recoger las ropas lavadas y se dirigió hacia la cueva, donde cierta alegría se respiraba en el ambiente. Los hombres festejaban la caza de un jabalí mientras las mujeres, alegres también, se reunían para crear unas brasas con las que asar la pieza. Los cánticos tribales se oían hasta encima de la colina y desde allí los lobos parecían alterarse, aun sin ánimo de invadir la cabaña de estos prehistóricos humanos que gozaban familiarmente de su triunfo. Pero el chico de las manos robustas se encontraba pensativo y apenas decía nada cuando la chica de la melena rojiza se acercaba a él en busca de una respuesta. Ella, disgustada, frotaba las piedras en busca del esperado y deidificado fuego, preguntándose repetidamente el porqué del abatimiento de ese chico de las manos robustas que ahora salía de la cueva y sobre una roca se sentaba, pensativo, intentando dibujar en la arena del suelo, con una pequeña rama, y bajo la espectacular luz de luna que parecía dibujarse ya en el paisaje, un símbolo, de pocas líneas, que pudiese resumir su letargo inexplicado, su emoción incontrolada.
Entonces ella, que permanecía intrigada en el interior de la cueva y que había conseguido ya que las ascuas fueran llamas, se dirigió a la gran mujer serpiente negra, sabia de la tribu, y le dirigió unas muecas que pudiesen desembocar en una complicidad con la angustia que le carcomía por sus adentros y ella, la gran mujer serpiente negra, le entendió perfectamente. Asintió con la cabeza. Se dio media vuelta y tomó con su mano una pequeña rama que tenía a su alcance. Y le dibujó una escena. La chica de la melena rojiza entendió su mensaje. El chico de las manos robustas desaparecía en mitad de la cacería y nadie sabía su paradero durante buena parte del recorrido del sol, tampoco nadie se lo había preguntado. Entonces ella, la chica del pelo rojizo, salió en busca del chico al que tanto deseaba pero con el que no llegó a encontrar nunca la conexión esperada y le encontró sobre una roca sentado.
Con sus robustas manos, el chico intentaba dibujar ese símbolo que una vez borraba y otra vez volvía a intentar plasmar. Ella se acercó a él, con un caminar inocente, dulce, expectante. Le dirigió varias muecas, quizás alterándose al hacerlo. Tomó una pequeña rama e intentó dibujar, como pudo, su preocupación, junto al extraño símbolo que había dibujado él, el cual no entendía en absoluto. Y él no parecía decir nada. Ella se alteraba más, subía el tono de su voz, desconfiaba de él plenamente, incluso le hacía algunos reproches despectivos. Él no se inmutaba, ni siquiera miraba a la guapa chica de la melena rojiza.
Ella decidió marcharse, en dirección a la cueva, pero él le gritó, empezó a llorar, se derrumbó en el suelo, empezó a patalear. Ella se dio la media vuelta y se dirigió a él, extrañada, aun con intención de consolarle. Él, presa de las lágrimas, le dio una explicación. Tomó la rama de nuevo y dibujó. Intentó explicarle a ella que, mientras sus compañeros cazaban, él, enamorado como estaba, no tenía fuerzas para tanto desgaste y sólo se preocupaba de prepararle un regalo a ella, un buen regalo que expresase todo el amor que sentía por ella y que permaneciese eterno y oculto, por los tiempos de los tiempos, en algún rincón mágico que algún día fuese el hogar de su nueva familia. Ella se derrumbó, incluso se le escapó una lágrima que le cosquilleaba. Y él, con su mano robusta, tomó la delicada mano de la chica del pelo rojizo y la acompañó hasta el rincón de una desconocida cueva cercana en la que le enseñó tiernamente lo que tanto tiempo había estado haciendo, mientras sus compañeros cazaban. Una pintura que significaba que ninguna guerra podría con la fuerza del amor que él sentía por ella. Por primera vez, se besaron.
Si quieres participar de esta propuesta de adaptar relatos a imágenes, visita: http://relatsconjunts.blogspot.com/

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Un relato sublime....muy rupestre (por qué será???)....que excelente ejercicio literario el escribir basándonos en una pintura, con esta subiste el reto o el nivel de dificultad (al menos para mi)....desde que leí el anterior estoy por ver que me sale pero no he tenido mucho tiempo....

Repito, muy original....

Saludos abismales

Mandarina azul dijo...

¡Plas, plas, plas, plas! Y más aplausos, Abismo.
Después de leer tu historia, tu relato, lo he hecho ya mío también, así que ya no podría "marcarme" otro relato en torno a esta imagen. Tú le has dado ya vida propia a esa imagen, a esa pintura, Abismo. ¡Y qué vida!
Parece, leído lo leído, que la imaginación y tú no estáis reñidos.

:) Un beso.

surco dijo...

Os ha quedado realmente chulo el blog y los contenidos son realmente buenos. Genial!!!

saludos

Blasfuemia dijo...

Yo también te aplaudo. Intento hacer esto de escribir a partir de una imagen. Supongo que no es buen momento, tan pillada de tiempo. Pero me quito el sombrero contigo.

Abismo Ínfimo dijo...

Karen: muchas gracias, uno lo intenta, nada más. Tu comentario anima. ¿Te pareció rupestre?

Mandarina: también muchas gracias, tus palabras le llegan a uno, aunque como tú misma dices, no es para tanto. Te animo, y yo encantado, a que te montes otro relato, el que te diga algo, que yo estaré encantado de leerte.

Surco: muchas gracias. Saludos a mileurismo (www.mileurismo.com). La verdad es que ando solo, yo mismo, haciendo esto, aun con una musa que acompaña en el empeño. Abrazos. Repártelos con Andeka.

Blasfuemia: un honor lo que dices, pero que eso, que no es para tanto. Deseoso estoy de que te montes un relato. Siento que el tiempo sea un problema.


Besos abismales e infinitesimales ganas de volveros a leer.

Anónimo dijo...

Lo de rupestre era broma.....por el tipo de pintura, obviamente.....y vuelvo a ver la imagen, y de nuevo siento como tu relato transporta a ese momento, con la chica de la melena rojiza y el chico de las manos robustas.....

Abismo Ínfimo dijo...

Karen: Fue intentar meterse en un cuadro rupestre, en las mentes de sus gentes, en sus hábitos, en su capacidad para el amor. Me alegra que hayas hecho el "viaje" conmigo, que te hayas sumergido.

Cyllan dijo...

Heeeyy, seeeee, la fuerza del amor frente a la cobardía de la guerra. Que bueno Abismo. Me parece difícil este ejercicio de escribir que te sugiere la imagen, pero a ti parece que se te da de miedo jejeje.

Y cambiaste la plantilla, está bonita esta, yo la usé en Isla hasta hace bien poco que la ensanché, ahora me gusta aprovechar todo el ancho de pantalla.

También he visto que me linkeas, graciasss!! Pero ejem, ¿seré amiga o desconocida? Quizá seamos un poco las dos cosas.

Muchos besos.

Abismo Ínfimo dijo...

Cyllan: bonita reflexión. Quizás fuese ése el mensaje que el chico de las manos robustas quería ofrecer a su amada. El ejercicio es ponerse y dejar fluir la imaginación y las manos. El que la sigue la consigue. Así que si tuvieras tiempo, nos deleitarías con algún relato, seguro. La plantilla me convence, pero sí es cierto que molaría más ancha. De momento, reúnes las dos facetas, eres una amiga desconocida, que cada vez conozco más. Muchos besos.